Aprendizajes que cruzan fronteras
Aprendizajes que cruzan fronteras
Desde muy temprano, el aire andino de Machachi, una ciudad agrícola ubicada al sur de Quito, en el corazón de la provincia de Pichincha (Ecuador), recibió a un grupo diverso de personas provenientes de Colombia, Ecuador y Perú, comprometidas con la protección del agua y el bienestar de sus comunidades.
Desde allí, el grupo partió hacia la comunidad de El Pedregal, con la que el Fondo para la Protección del Agua (FONAG), ha cultivado una relación profunda y respetuosa. En este ecosistema altoandino, las y los participantes recorrieron tres fincas para conocer de cerca acciones orientadas a la conservación del páramo, la restauración ecológica, la inclusión de mujeres y hombres en la gestión territorial, el fortalecimiento organizativo comunitario y el cuidado del agua.
Así se desarrolló la jornada de intercambio entre representantes técnicos de los nueve Fondos de Agua que integran la Plataforma Andina de Fondos de Agua, además de representantes comunitarios de Santa Ana y Loreto del Pedregal (Ecuador), y de la Comunidad Campesina de Samanga, que viajó acompañando al equipo técnico del Fondo Regional del Agua Forasan Piura de Perú (FORASAN). Esta actividad se enmarca en el programa de pequeñas subvenciones impulsado por la Fundación Futuro Latinoamericano (FFLA) como coordinadora de la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN, por sus siglas en inglés) en América Latina.
Este espacio permitió compartir experiencias entre países, así como visibilizar prácticas de Adaptación Basada en Ecosistemas (AbE) con enfoque de igualdad de género e inclusión social (GESI, por sus siglas en inglés). Se presentaron medidas concretas como el riego con agua proveniente de las majadas, que son los corrales donde se reúnen a las vacas durante la noche. En esos espacios, el estiércol se acumula y, mediante un sistema artesanal, se convierte en un insumo valioso para la fertilidad del suelo.
Fue a través de la explicación del equipo técnico del FONAG que las y los participantes conocieron en detalle cómo funciona esta técnica: con un tanque enterrado y la ayuda de una bomba de agua, se genera un “hidromasaje”, un proceso en el que se agita el contenido durante unos cinco minutos, haciendo que el estiércol se mezcle de manera uniforme con el agua. Una vez listo, se abren las llaves, y el líquido resultante, rico en nutrientes y microorganismos, se emplea para regar los potreros. Muchas de las personas participantes desconocían esta técnica y el gran valor que tiene, por lo que la consideraron un aprendizaje valioso para implementar en sus territorios, conscientes de que al aplicarla podrán aportar materia orgánica al suelo y mejorar su estructura, permitiendo que, al igual que un pajonal, retenga el agua en temporada de lluvias y la libere lentamente en época seca.
También se compartieron experiencias sobre el manejo eficiente e intensivo de los potreros ganaderos. A través del uso estratégico de los espacios, las y los productores logran aprovechar mejor el pasto disponible, reducir la degradación del suelo y promover su recuperación. En Santa Ana del Pedregal, este proceso ha traído resultados palpables: al mejorar, tratar y cuidar los pastos, la comunidad ha visto un aumento significativo en la producción de leche, reflejo de cómo las prácticas sostenibles pueden fortalecer tanto los ecosistemas como los medios de vida locales. Esta técnica se complementa con la siembra de árboles rompevientos, que protegen los cultivos y el ganado frente a condiciones climáticas extremas, además de aportar sombra y biodiversidad al paisaje.
Otra de las prácticas observadas fue la recolección de agua de lluvia para tiempos de sequía. Mediante sistemas de captación, almacenamiento y distribución, las familias aseguran el acceso al agua en temporadas secas, fortaleciendo su seguridad hídrica y reduciendo su vulnerabilidad frente al cambio climático.
Todas estas acciones se han acompañado de procesos de fortalecimiento organizativo y de capacidades en temas de liderazgo comunitario, planificación organizacional, comunicación y género, lo que ha permitido consolidar prácticas más sostenibles, inclusivas y resilientes en los territorios.
Las personas de la comunidad de El Pedregal compartieron su experiencia con generosidad, evidenciando cómo las soluciones climáticas, los conocimientos locales, junto al acompañamiento técnico, se convierten en oportunidades para la sostenibilidad. Esta visita fue un ejercicio de conexión entre realidades diversas, pero también entre sueños comunes. Las voces de los actores en territorio resonaron con fuerza, recordando que la acción climática no se impone: se construye entre pares, con respeto y compromiso.
El segundo día marcó una nueva etapa del intercambio, esta vez, entre el FONAG de Ecuador y el FORASAN de Perú. Representantes de ambos fondos de agua y de la Comunidad Campesina de Samanga continuaron la jornada de aprendizaje con una visita a la parroquia de Pintag, una zona rural ubicada al sureste de Quito, reconocida por su producción agrícola y por encontrarse cerca del Parque Nacional Antisana, uno de los ecosistemas altoandinos más importantes del país. Esta cercanía le otorga a Pintag un alto valor ecológico, al formar parte de una zona clave para la conservación de fuentes de agua, la restauración del paisaje y la protección de especies emblemáticas, como el cóndor andino y el oso de anteojos.
En este contexto, la ganadería regenerativa fue el eje del diálogo durante la visita a dos haciendas locales. En la Hacienda La Esperanza y la Hacienda San Juan, su propietaria y su propietario, Carla y Pablo, compartieron su experiencia transformadora sobre cómo adoptaron una lógica regenerativa, en la que producir leche, yogurt y mantequilla va de la mano con proteger los suelos, restaurar la biodiversidad y cuidar el paisaje.
A lo largo de la visita se observó la implementación de la rotación planificada del pastoreo, una técnica agrícola que consiste en dividir las áreas de pastoreo en secciones y mover al ganado de una a otra de forma controlada y periódica. Esto permite que el pasto se recupere y crezca adecuadamente, evitando el desgaste del suelo y promoviendo un ecosistema más saludable y sostenible. Esta práctica despertó un particular interés entre las y los representantes de la Comunidad Campesina de Samanga, quienes desconocían el concepto de ganadería regenerativa y la rotación planificada, y vieron en ella una oportunidad para llevar estos conocimientos a su comunidad e innovar en sus propias formas de manejo productivo.
Además, recorriendo las haciendas, pudieron apreciar las cercas vivas, barreras naturales hechas con filas de árboles y arbustos plantados de manera estratégica, que delimitan los espacios mientras protegen al ganado del sol y el viento, mejoran la calidad del suelo y crean un ambiente más saludable alrededor de las parcelas y caminos.
La comunidad de Samanga también aplica esta práctica, aunque con algunas variaciones en los materiales. Al observar el tipo de cuerda que se utiliza aquí entre árbol y árbol, se generó un intercambio de ideas que les permitió reflexionar sobre posibles mejoras en sus propias cercas vivas. Fue un momento revelador, donde lo simple se volvió significativo: reconocer que pequeños cambios pueden representar un gran ahorro y fortalecer prácticas que ya venían implementando. Este tipo de aprendizajes son precisamente el valor de encuentros como este, donde los saberes se comparten entre territorios y se enriquecen mutuamente.
Los esfuerzos de Carla y Pablo se han visto reflejados en sus haciendas, y también en la llegada de sus productos a nuevos mercados. Uno de ellos es el yogurt griego, que logró posicionarse en las perchas de una de las cadenas de supermercados más grandes del Ecuador, además de distribuirse en varios puntos de venta en Quito. Esta iniciativa fue impulsada por su hija, ingeniera en alimentos, quien decidió trabajar el proyecto de forma familiar, demostrando cómo la sostenibilidad puede ser una apuesta de vida intergeneracional.
Este intercambio entre dos Fondos de Agua permitió profundizar la conversación sobre soluciones productivas sostenibles, fortaleciendo la visión de que el desarrollo local puede ser una herramienta para la adaptación al cambio climático, siempre que se base en la inclusión social, la igualdad de género, la corresponsabilidad y el respeto por la naturaleza.
En cada conversación, en cada pausa para observar el terreno, se reafirmó una idea poderosa: que la diversidad de personas de estas comunidades que están colaborando con los Fondos de Agua no solo protegen cuencas, sino que también cultivan esperanzas de vida desde el territorio. Las experiencias compartidas inspiran e invitan a replicar, adaptar y escalar. Porque cuando se conecta la sabiduría local con el acompañamiento técnico y el intercambio regional de conocimientos, el cambio deja de ser una promesa y empieza a ser una realidad.
Para consultas adicionales, no duden en contactar a Franco Moreno, Coordinador de Comunicación FFLA, en franco.moreno@ffla.net o Dayana Lema - dayana.lema@ffla.net, Asistente de Comunicación FFLA.