Por qué reconocer el rol de la cultura en la reducción del riesgo de desastres

Por qué reconocer el rol de la cultura en la reducción del riesgo de desastres

Compartir este artículo:
Detalle:
Fecha: 19 de agosto, 2014
Autor/a: CDKN Global
País, región: América Latina y el Caribe
Etiquetas: adaptación, Marco de Acción de Hyogo, mitigación, vulnerabilidad

Lisa Schipper establece un planteamiento que da mayor reconocimiento a la cultura como no solo un motivo clave de peligro ante riesgos naturales sino también a una solución para la reducción del riesgo – lo cual se debería reflejar en el acuerdo que sucederá al Marco de Hyogo para la Acción 2 sobre la Reducción del Riesgo de Desastres, el ‘HFA2.’

Este blog es parte de la serie de blogs de CDKN: ‘Repensando un nuevo acuerdo global para la reducción del riesgo de desastres’ el cual invita a los contribuidores a bosquejar sus ideas para un mejor acuerdo de manejo del riesgo de desastres post-2015. Si a usted le gustaría contribuir, por favor póngase en contacto con Amy Kirbyshire.

Ahora que la comunidad internacional anticipa un nuevo marco de acción sobre la reducción del riesgo de desastres en el 2015, muchos están contemplando cuan bien hemos logrado el objetivo final del actual Marco de Acción de Hyogo. El mensaje que está llegando es que se tiene que hacer más y de una forma diferente.

El panorama socio-político de hoy es muy diferente del que existía hace una década. Desde el 2005 se le da mayor importancia a los vínculos entre el cambio climático, el riesgo de desastres, los conflictos violentos, los derechos humanos y también al desarrollo humano. Ahora con dos informes IPCC ya completados, existe mejor evidencia de que el cambio climático contribuye tanto a empeorar riesgos naturales como al deterioro de la resiliencia. Como consecuencia, los esfuerzos para reducir el riesgo de desastres ahora se están llevando a cabo sobre un nuevo campo de juego. Esto deja poca duda de que un mayor énfasis en la reducción de las causas subyacentes de vulnerabilidad tiene que tener un papel más protagónico en el próximo acuerdo sobre desastres. Esto requiere ideas innovadoras, o sea, que se piense con más originalidad.

Aunque acogemos con beneplácito el reconocimiento del rol esencial que la vulnerabilidad tiene en determinar riesgos desde los años 80 (p. ej. Blaikie et al, 1994), la mayoría de las personas relacionan la pobreza como la causa principal de la vulnerabilidad. Si bien la pobreza tiene un rol importante, existen muchos otros factores causales de la vulnerabilidad, los cuales pueden ser hasta más difíciles de abordar y de hablar. Sin embargo, si realmente tomamos la reducción del riesgo de desastres en serio, ahora es el momento para poner de relieve y enfocarnos en los temas retadores, incómodos y controversiales.

Uno de estos temas es la cultura y su rol en la determinación de la vulnerabilidad. La cultura se define como instituciones sociales, costumbres y creencias que tienen las personas o características que unen a grupos de personas. La cultura se refiere a cosas como creencias religiosas y tradicionales, valores, la importancia de estructuras sociales, elección de formas habituales de sustento y patrones de formación de núcleos poblacionales. La cultura tiene influencia sobre el riesgo de las personas porque ésta influye en sus interpretaciones de los significados del riesgo y cómo ellos deberían reaccionar frente a él. También da forma a las normas a través de las cuales las aceptaciones del riesgo se definen: lo que para algunos puede ser demasiado riesgoso, para otros es parte de sus rutinas diarias, tal como sería el vivir en una planicie aluvial. Por consiguiente, la cultura también influye indirectamente en la exposición de la población a los riesgos porque sus opciones para ganarse la vida, es decir, su sustento, lugares preferidos de asentamiento, redes sociales y su tiempo disponible para actividades de preparación, incluyendo la educación, afectan a la vulnerabilidad. En algunas sociedades, las características culturales pueden ser los factores principales para determinar si la gente será afectada negativamente por los cambios o riesgos. El propósito de poner la cultura en el medio de la reducción del riesgo de desastres, no es para echarle la culpa a la cultura, sino para tomar conciencia de este aspecto fundamental de vulnerabilidad.

A pesar de la clara importancia de la cultura, ésta se sigue pasando por alto cuando se piensa sobre la vulnerabilidad hacia el cambio climático y el riesgo de desastres. Existen al menos dos razones para esto: (1) Con frecuencia, los científicos que lidian con la vulnerabilidad a los riesgos no entienden bien el rol que desempeña la cultura en influir la vulnerabilidad; y (2) Porque ésta se revela en las actitudes y comportamientos que muchos sienten son demasiados incómodos, sensibles o difíciles de abordar. Sin embargo, si no incluimos estos temas cuando hablemos de cómo reducir el riesgo, estamos esencialmente decidiendo no considerar algunos de los factores más importantes que llevan a las personas a pensar y actuar como lo hacen.

Por ejemplo, en El Salvador, solo los católicos de la teología de liberación estaban participando en los proyectos de reducción del riesgo llevados a cabo por el Banco Interamericano de Desarrollo y varias otras ONG al principio del año 2000. Los Protestantes Evangélicos que también vivían en la misma aldea, no participaron porque sus creencias fomentaban una perspectiva más pasiva y fatalista hacia el riesgo. Y no es solo una cuestión de “explicar” -si el concepto básico de la reducción del riesgo va en contra de las prácticas y creencias culturales, las personas son más propensas a seguir sus filosofías existentes para evitar ser vistas como las que rompieron con las tradiciones, porque no entienden o están de acuerdo con la reducción del riesgo, o simplemente porque es más fácil seguir adelante como siempre.

Hay algunos indicios que indican que puede haber cambios en las normas culturales al enfrentarse a condiciones climáticas difíciles. En Assam, India, un grupo étnico empezó a construir sus casas sobre pilotes para evitar las constantes inundaciones, a pesar que la forma de construcción de estructuras como esas eran tradicionales de grupos de castas inferiores, con los cuales no querían ser relacionados. Otros grupos adoptaron nuevas formas para ganarse la vida que anteriormente habían sido prohibidas por las jerarquías que existen entre los diferentes grupos, para poder adaptarse a las nuevas condiciones. Tales cambios de comportamiento y actitud tan rápidos no se ven en cada caso – en realidad lejos de eso. Pero sí sugieren que existe un potencial para ayudar a facilitar una evolución de la cultura que permita que se incorpore la reducción del riesgo.

A pesar de anécdotas curiosas sobre cómo la cultura de las personas puede llevarlas a comportamientos que incrementan el riesgo durante y después de un desastre, estas anécdotas no conllevan mayor acción (p. ej. Bhalla, 2014). No se le presta mayor atención a cómo esto se podría cambiar, probablemente porque la cultura de las personas se percibe como intocable. Pero hay un consenso creciente entre los académicos y profesionales de que las dimensiones socio-culturales y conductuales tienen que ser integradas en aquellas acciones que abordan la vulnerabilidad ante el cambio climático y los riesgos naturales, para así maximizar el potencial de éxito a largo plazo. El hacer esto requiere una comprensión cabal de la forma de razonar de las personas y qué los lleva a comportarse de determinada manera, que normalmente está al margen de lo estipulado en proyectos o programas diseñados para abordar el cambio climático o los impactos de los desastres. Esto implica involucrar campos tales como la antropología, la psicología, la sociología y la economía conductual para desarrollar una comprensión interdisciplinaria de cómo la cultura y el comportamiento influyen en la vulnerabilidad social.

El entender los sistemas de creencias es, hoy en día, más crítico que nunca. La necesidad de transformación en vez de simplemente la adaptación al cambio climático ha llegado a ser una manera popular de describir los amplios cambios sociales que son necesarios para vivir en un mundo de menor riesgo (Pelling, 2010; Denton et al, 2014). Una gran parte de los cambios que se necesitan tienen que ver con actitudes, percepciones y comportamientos. Sí se reconoce la necesidad de estos cambios para las acciones encaminadas a reducir los gases de efecto invernadero, pero hay mucho menos reconocimiento de estos cambios para adaptarse a los riesgos de clima. En parte, la marginalización de este tema en la política y práctica del riesgo de desastres proviene de una falta de conciencia entre los actores que toman las decisiones, y en parte también es impulsado por el marco de proyectos de corto plazo y de financiamiento dentro del cual operan. Sin embargo, esto también refleja un rechazo a influenciar creencias tradicionales, normas sociales y otros aspectos socio-culturales que determinan las percepciones.

La próxima iteración del HFA tiene que incluir una referencia directa a la cultura para poder reducir la vulnerabilidad de forma efectiva para todo tipo de riesgos naturales. El HFA2 tiene que señalar el rol de la cultura en moldear la percepción de las personas en cuanto al riesgo, la cual puede determinar si es que ellos actuarán para reducir su exposición y sensibilidad o hasta como responderían ante un desastre. Esto ayudará a profesionales, gobiernos, donantes y otros -quienes cuestionan por qué las personas no se comportan automáticamente de una manera dirigida a reducir los riesgos- a que entiendan los demás factores que tienen una mayor influencia sobre las percepciones. Además, se debe enfatizar en el HFA2 la necesidad de adaptar las acciones para reducir el riesgo del contexto cultural, lo cual es también crucial para tener éxito en la reducción del riesgo de forma sostenible. Esto facilitará una guía para velar que se dé prioridad a las políticas y medidas apropiadas y relevantes en detrimento de aquellas que son efectivas en teoría pero que no son culturalmente viables.

Finalmente, en vez de echarle la culpa del comportamiento ‘irracional’ a la cultura y los valores tradicionales, tiene que haber un reconocimiento expreso de la manera en que la sociedad, la economía y la política ayudan a dar forma a la cultura, y que la cultura determina las perspectivas globales que racionalizan la mayoría de los comportamientos que no dan prioridad a la reducción del riesgo.

* Ocasionalmente, CDKN invita a expertos de diferentes partes del mundo a dar su opinión sobre diversos temas. Estas opiniones no representan necesariamente la opinión de CDKN o de las organizaciones miembros de la Alianza.

Foto cortesía de CIAT.

Añadir nuevo comentario

Texto sin formato

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.
CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.