Financiamiento, urbes contemporáneas y adaptación, el gran reto
Financiamiento, urbes contemporáneas y adaptación, el gran reto
Mientras las diversas urbes del mundo se encuentran en francos procesos de expansión y desarrollo estructural y urbanístico, el Cambio Climático y sus efectos vienen impactando a las ciudades y a sus habitantes cada vez más. Hablamos pues de ciudades que no fueron concebidas ni pensadas para poder ser responsivas a esta problemática climática, y que ante la urgencia, implementan acciones aisladas que muchas veces constituyen solo paliativos momentáneos.
Del 3 al 5 de junio se llevó en la ciudad de Bonn, Alemania el congreso “Ciudades Resilientes”, un espacio que reunió a un importante grupo de alcaldes y expertos de las más representativas ciudades del mundo, con el objetivo de analizar la situación de las urbes contemporáneas en relación a sus potenciales capacidades para adaptarse al Cambio Climático, y generar mecanismos de resilencia frente a esta problemática.
Si algo quedó claro desde el primer día del evento, fueron los enormes esfuerzos detectados en las diferentes ciudades mundiales por generar procesos de adaptación que implican un aprendizaje paralelo mientras se ejecutan acciones. Un ejemplo de esto puede ser el fuerte énfasis que ciudades como México D.F le han puesto a la generación de mecanismos y sistemas de financiamiento que les permitan enfrentar de mejor forma las variaciones climáticas actuales. “La arquitectura actual de financiamiento para la adaptación al cambio climático no está funcionando, porque no está diseñada para ayudar a las ciudades, sino para trabajar con los gobiernos nacionales”, afirma Marcelo Ebrard, alcalde de la mencionada ciudad.
Dentro de lo discutido en “Ciudades Resilientes” se pudo conocer que alrededor del 75% de las emisiones mundiales provienen de las ciudades. Ante esto, los expertos consideraron que son los gobiernos locales quienes deberían tomar responsabilidad por sus urbes, sin esperar iniciativas de carácter nacional que podrían no llegar a concretarse en un corto plazo.
Un tema considerado altamente prioritario fue lo relacionado al financiamiento para acciones de adaptación al Cambio Climático. Según la “Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático” (UNFCCC) , los actuales compromisos de financiamiento asumidos por los distintos gobiernos (alrededor de 200 millones de dólares para los próximos 20 años), no serían suficientes para costear los gastos relacionados con acciones que fomenten la adaptación al cambio climático en las urbes, estimándose un monto mensual de alrededor de 67 billones de dólares anuales al 2030.
Por su lado, Jeb Brugman, miembro del consejo asesor de ICLEI- Gobiernos Locales por la Sustentabilidad, aseguró que “Lo que se necesita es construir capacidades institucionales en las distintas localidades y ciudades, pensando justamente en financiamientos que respondan a las necesidades de adaptación de estas localidades, en vez de seguir pensando en esquemas convencionales de financiamiento global que determinan que acción local es elegible para ser financiada”.
La Alianza Clima y Desarrollo (CDKN), una iniciativa global que busca ayudar a los decisores políticos en los países en vías de desarrollo a través de la generación de estrategias de desarrollo compatible con el clima, a través de su especialista Patricia León, presentó las experiencias de las ciudades de Quito y Cartagena, que dentro del marco de este proyecto, avanzan en la generación de políticas públicas para la adaptación al cambio climático. “Quito como Cartagena vienen trabajando decididamente para planificar e iniciar acciones que les permitan disminuir su vulnerabilidad ante los cambios en el clima y los efectos que esto tendrá en su infraestructura y sistemas sociales”.
Mientras los gobernantes de las ciudades y los países sigan pensando en proyectos de infraestructura incapaces de incluir el concepto de adaptación climática, las ciudades continuarán siendo grandes fábricas de emisiones contaminantes, reductos de cemento cada vez más tóxicos y ajenos a la consolidación de un ambiente sostenible.
Fotografía: L. Marcio Ramalho