Evitando la re-desertificación de las ciudades costeras del Perú
Evitando la re-desertificación de las ciudades costeras del Perú
Belén Desmaisón, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, analiza el estrés hídrico en ciudades costeras del Perú, particularmente en Lima, donde el 75% del agua que se consume proviene de los glaciares andinos que, como lo indica el último informe del IPCC sobre los océanos y la criósfera, actualmente están desapareciendo.
CDKN ha invitado a especialistas de América Latina que den su opinión sobre el Informe especial del IPCC sobre los océanos y la criosfera en un clima cambiante (IEOCC) y respondan a la pregunta: ¿Cuáles son las implicaciones para su región o país y sus opciones de desarrollo? Este artículo es el primero de esta serie.
La mitad de población el Perú depende de los glaciares para su consumo de agua
La historia de todos las ciudades y pueblos de la costa peruana está estrechamente vinculada a los hielos de los Andes pues los ríos que alimentan los valles costeros del Perú obtienen agua de los glaciares andinos. Desde épocas prehispánicas, diferentes civilizaciones implementaron durante siglos canales para ampliar la zona agrícola de estos ríos, volviendo habitable uno de los desiertos más áridos del planeta con zonas (como Lima) que solo reciben 10mm anuales de lluvia. Gracias a estos esfuerzos titánicos de convertir terrenos áridos en valles productivos, actualmente más de la mitad de la población (58.1%) del Perú vive en la Costa. Asimismo, casi uno de cada tres peruanos reside en Lima, la capital, la cual es conocida como la segunda ciudad desértica más habitada del planeta (después de El Cairo, Egipto).
El último Informe especial del IPCC sobre los océanos y la criosfera en un clima cambiante, prevé que la rápida disminución de los hielos perpetuos que cubren la cordillera blanca en los Andes sudamericanos continuará en los próximos años, incluso sin un aumento de la temperatura. Solo en Perú, se ha perdido un 42.64% de los glaciares del país en las últimas cuatro décadas. Dado que el 75% del agua que alimenta a los casi diez millones de limeños proviene de los ríos Lurín, Chillón y Rímac cuyos caudales dependen enteramente de las precipitaciones de las zonas alto andinas adyacentes a la capital, se estima que la capital peruana experimente una creciente crisis hídrica, siendo necesarias y urgentes medidas adaptativas para enfrentar este futuro desafío.
Uso de agua en Lima: desigualdad y abuso en el consumo
Lima, al igual que muchas ciudades de la región, es una ciudad altamente desigual y esto se manifiesta en el acceso y uso diario de agua en distintas zonas. Más de un millón de limeños dependen de camiones cisterna privados para la provisión de agua y pagan, según Oxfam, hasta diez veces más por cada litro consumido que los habitantes que sí tienen conexión las 24 horas del día a redes de distribución de agua. Además, la Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (SUNASS) indica que una persona en San Isidro, uno de los distritos más opulentos, utiliza más de 400 litros de agua diariamente mientras que en Villa el Salvador, un distrito habitado por sectores socio-económicos más vulnerables, el consumo llega a 79 litros diarios. A pesar de reconocer que estas mediciones tienen algunas imprecisiones pues no se tiene en cuenta el uso de agua de la población flotante, de las empresas y para mantenimiento de espacios públicos, estas cifras evidencian fuertes disparidades y la necesidad de una mayor equidad en la distribución del agua.
Teniendo en cuenta que la Organización Mundial de la Salud indica que una persona debería consumir 100 litros de agua al día para atender todas sus necesidades, se muestra que, para prepararnos frente al creciente estrés hídrico, no basta solo brindar un mejor acceso a agua potable a las poblaciones vulnerables sino, también, generar conciencia y promover un uso de agua más eficiente en los sectores más acaudalados. Debemos generar un balance en los consumos de agua de la ciudadanía para que los ríos puedan satisfacer la demanda pues resulta imposible pretender que todos los limeños usen 400 litros diarios.
Las medidas de adaptación están relacionadas con el uso más eficiente y equidad en el acceso del agua
Para garantizar medidas de adaptación ante una inminente crisis hídrica, se necesitan cambios radicales en la gobernanza del agua y saneamiento de la ciudad a través de la implementación de políticas, programas y acciones concretas que promuevan un uso más eficiente y un acceso más justo y equitativo al agua. Un primer paso es la concientización de la población hacia un menor uso de agua y el uso de dispositivos domésticos como inodoros, grifos y duchas más eficientes en su uso de agua. Esto podría estar acompañado de tarifas escalonadas por rangos de litros de agua para así desmotivar un consumo excesivo. Resulta importante también la continua promoción e implementación de políticas y programas de mantenimiento de las redes de distribución para evitar fugas y también el tratamiento y reciclaje de aguas grises. Estas acciones se vienen implementando por la SUNASS en cuanto al re-uso en actividades que no requieren de agua potable, como el regado de áreas verdes, procesos industriales y para inodoros. El tratamiento requerido para estos usos supone un menor costo que aquel para consumo directo. Además de promover acciones desde la ciudadanía, urge mejorar el control del uso del agua en actividades mineras, tanto legales como ilegales, para evitar, por un lado, el uso excesivo del agua y, por otro, la contaminación de ésta.
Por último, hace falta programas y acciones integrales de gestión de agua desde un enfoque multi-sectorial y multi-escalar, lo que requiere una re-estructuración y trabajo colaborativo interinstitucional. Esto permitirá una mayor participación y control del recurso hídrico de los gobiernos subnacionales (actualmente con una capacidad de accionar muy limitada) y, además, un necesario enfoque sistémico que visibilice la problemática tomando en cuenta las cuencas hidrográficas en su totalidad y cómo las acciones realizadas en una localidad repercuten en todo el sistema.
En conclusión, urgen medidas de adaptación hacia un futuro de escasez de agua, incluso más allá del contexto de las ciudades costeras del Perú. Para la implementación de estas medidas, resulta necesario un trabajo colaborativo y comprometido del Estado, la empresa privada, la academia y la ciudadanía además de una continua consolidación de redes de intercambio y espacios de discusión a nivel global.