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Un proyecto en Durban muestra cómo las comunidades que viven cerca de los basureros pueden ayudar a convertir esas tierras en bosques y además recibir dinero por ello.
A tres horas de Durban, el puerto más grande de África sobre el Océano Índico, está el botadero municipal de Buffelsdraii, donde toneladas de desechos de esta ciudad de más de 3 millones de habitantes son vertidos a diario. El botadero está en la parte de una colina rodeada de plantaciones de caña de azúcar y pequeñas viviendas. En ellas habitan muchos pobres, en su mayoría zulúes.
En 2008 la ciudad decidió tratar de cambiar la vida de esta gente y convirtió lo que podría ser una cantera repulsiva y que estaba generando conflictos con la comunidad en una oportunidad para mejorar los ingresos de sus vecinos y mitigar el cambio climático.
“Cuando empezamos a sembrar nuevos árboles no pensamos que esto fuera a traernos verdaderos beneficios”, me dijo en un inglés nativo Busisiwe Ndlela, una mujer de sesenta años que fue de las primeras en entrar al proyecto. “Pero ahora vi gente llorando porque querían entrar este año y ya no había cupos”
De las 600 personas que hacen parte del proyecto, un 80 por ciento son mujeres. “Los hombres son perezosos”, dijo Ndlela.
En su casa, Ndlela tiene un pequeño vivero en el que cultivan acacias, robles plateados y otras especies nativas como el kumjhuhlu. Las plantas crecen en viejas ollas de aluminio que fueron tiradas por otros o en botellas plásticas de aceite que han sido desechadas. Hasta ahora Ndlela dice haber sembrado cerca de 1200 árboles.
Por cada árbol que alcance un metro de altura cada familia recibe 10 rands, algo más de un dólar. Por uno de 30 centímetros, reciben la mitad. Esta cifra no es despreciable en un país donde el 43 por ciento de la población vive con menos de dos dólares al día.
El record por ahora lo tiene una mujer de la comunidad que en este momento tiene a su cargo cerca de 15 mil árboles que estarán muy pronto listos para ser sembrados en el terreno.
La municipalidad recompensa a estos “treepreneurs”, como los llaman en inglés, con bonos que pueden cambiar por cupos en las escuelas, materiales de construcción, bicicletas y comida, entre otras.
“Este mes compré un tapete para mi casa y una nueva estufa eléctrica”, dijo Ndlele quien además está orgullosa de que sus 7 hijos hayan terminado el colegio. En un comienzo la comunidad se opuso al botadero alegando problemas sanitarios y contaminación en sus tierras.
“Estamos tratando de volver los proyectos más antropocéntricos y menos centrados en el costo-beneficio en un sentido clásico”, explico Sean O’Donoghue, gerente de la oficina de protección climática de Durban. O’Donoghue dijo que Sudáfrica tiene la meta de generar cerca de un millón de empleos en lo que llamó la “economía verde”.
La municipalidad ha comprado 800 hectáreas de plantaciones de azúcar que espera convertir en bosques. Para esto ha invertido algo más de un millón de dólares, una cifra relativamente pequeña frente a los beneficios, entre ellos compensar parte de las emisiones de carbono que la ciudad generó durante la pasada Copa Mundial de fútbol 2010.
Actualmente ya hay sembrados unos 250,000 árboles en la zona.
La reforestación es hasta ahora el mecanismo más económico que dispone el planeta para capturar carbono, cuyas emisiones a la atmósfera son las principales responsables del cambio climático. Sudáfrica es el principal contaminador y el país más desarrollado del continente.
Lorenzo Morales
Enviado especial de la revista Semana (Colombia) a la COP-17 en Durban.
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